Tengo en el corazón una nota caprichosa con ganas de ser tu remitente, sé que la ventana abierta de la noche y la cortina bailando al ritmo del viento, no trajeron tu nombre a mis oídos, pero si sé, que, en ese intento travieso por conocernos más en esa primera cita, impregnamos en la piel la una a la otra, el deseo de una próxima vez.
No imagine que tomarte la mano me haría desear cerrar los ojos para respirar el amor que me has hecho conocer. Sonreíste al verme sonrojar, te sonreí en respuesta, porque me hiciste entender que después de todo los cuentos pueden ser verdad, el principito no se equivocó al descubrir que lo verdaderamente importante está en la simplicidad.
Me descubrí vagando en tu aroma, cavilando, deseando toparme con la chispa intrépida que te caracteriza, que hace de mi un buen poeta. Luego entendí que la estrella brillante en el cielo que solía ver de niña, fue en aquel entonces nuestra forma de conectar cuando aun nuestros cuerpos y mentes se desconocían entre si.
Mi imaginación se acurruco a tu lado y la acunaste como un Picasso a su arte. Me has transformado amor, desnudando mis letras, inundando mi abismo, en su lugar plantaste un jardín, le fabricaste una tumba a mis miedos y en mi oscuridad estas tu como una luciérnaga resplandeciente, recordándome que mi espíritu muerto aun puede florecer.
Más escritos, hechos de corazón…