Por la noche no podía dormir, a las 00:40 de la mañana estaba sentada con un miedo irracional como si mi vida pendiera de un hilo. Quería salir de casa y correr sin fin hasta que la noche difuminara mi cuerpo, mi alma y toda la energía que me convierte en un ser vivo. Intente sentarme a escribir, pero la mano me temblaba y en la cabeza no había mas que un vacío dirigiendo mi mirada a la pared mientras rogaba a la mente que callara. Quise mantener la concentración en la respiración como lo dicen los libros, pero en cada intento por inhalar me terminaba entrando por la nariz un pensamiento más grande que el anterior. Nunca había llegado a sentir tanto celo por quienes tocan el colchón y en un chasquido de dedos están dormidos, que afortunados son los que pueden aplazar la batalla entre la mente y el corazón para las doce del medio día.