Mi mente refunfuña sobre un lóbrego pensamiento que se replica y llama una vez tras otra a la puerta del mañana, en mi habitación vagabundean los fantasmas de aquellos sentimientos que yacen muertos y alertan de volver armados de esperanza, se arrastran desde sus tumbas hasta el jardín de mi trémulo corazón que ya no ama, que les espera con el revolver en mano, muy confuso, inflexible y a cien años luz de anhelar volver a latir.